EL TORREÓN DE LA GREDA
8 de agosto de 2.011
El Torreón de la Greda es una atalaya enclavada en medio del páramo de Cerrato; está rodeada de campos de
cereales, entremezclados con suertes de monte pobladas de quejigos, sabinas y encinas.
No menos de una docena de pueblos de las provincias de Palencia y Burgos lo
circundan y su silueta inconfundible se divisa en un radio de 4 ó 5
kilómetros a la redonda.
Sobre la época de su construcción y la función que tuvo en su
origen, me remito a la información publicada en el blog de Alberto Andrés, "Castillos de Palencia", en el apartado de Cevico Navero, donde comenta lo siguiente sobre El Torreón de la Greda:
"La construcción, probablemente del siglo XVIII y con la finalidad de vigilancia del ganado, ... Está declarado Bien de Interés Cultural desde 1949. A pesar de lo que se ha publicado en la prensa sobre el uso de esta torre como telégrafo óptico, en ningún momento formó parte de la Línea de Castilla".
También comenta en esta entrada la reconstrucción de la Torre llevada a cabo en 2.019 tras el derrumbe parcial de la misma tres años antes. La obra fue financiada por el Instituto Geográfico Nacional, propietario del Vértice Geodésico que alberga.
Los tres párrafos anteriores son un añadido a la entrada anterior en enero de 2.023, tras la visita familiar al Torreón, desde Vllafruela, el pasado 25 de diciembre, 2.023.
Para los
lugareños de los municipios próximos, resulta un lugar atractivo y sugerente
que nos invita a acercarnos a su base, para después, ascender con pausa por la
escalera metálica adosada a la pared sur y, ya en lo alto, poder tocar el
vértice geodésico instalado en la terraza superior. Desde aquí, las vistas
panorámicas son amplias y espléndidas.
A
continuación, describiré la visita realizada durante el verano de 2.011:
El 8 de
agosto de dicho año, los hermanos Míguel y Arsenio, junto con el primo Txomin,
emprendimos, sobre las 9:40 de la mañana, una salida en bici a un lugar
emblemático del páramo del Cerrato, el Torreón de la Greda. La mañana era fresquita y, en un santiamén, nos
presentamos en la Raya de Espinosa.
Por el Raso nos cruzamos con el
primo César que ya regresaba del paseo matinal. En Tabanera nos desviamos por
el camino de la Manguilla en dirección a la corraliza de Magialengua.
Varios colmenares abandonados aparecen a nuestra derecha; la conversación recuerda el acarreo de mieses en
otros tiempos, desde lugares tan lejanos al pueblo como Bartolillo,
término que queda hacia la izquierda del camino que tomaremos procedente de
Espinosa.
Enseguida, aparecen a la derecha unas naves de ovejas. De nuevo en el vallejo que asciende suavemente, contemplamos más colmenares típicos de esta zona. Con sorpresa descubrimos que uno de ellos ha sido reconstruido, aunque ahora el doble tejadillo tradicional que distinguía el pasillo de la parte que cobijaba los cestos, ha sido sustituido por una vertiente continua. En el corralillo se distribuyen media docena de colmenas de alzas; nos congratulamos, pues se ha recuperado y poblado un colmenar, cuyas abejas polinizarán las flores de estos lugares inhóspitos.
Más adelante, Miguel nos alerta de la presencia de un búho real sobrevolando el valle; comentamos que, antaño en otra salida por este mismo paraje a finales de los 70, entre los quejigos de la ladera, nos sorprendió también otro ejemplar de búho real. (Entonces nos acompañaba Josechu; y Miguel era un chaval que ya disfrutaba recorriendo en solitario estos páramos).
Al rato,
aparece el lavajo de Magialengua, aún con agua en su lecho; desde
este lugar, nos acercamos, por el repecho de la derecha, a la
corraliza con su chozo típico. Este
sigue como siempre, cada vez más descarnado en la parte externa, pero aún
íntegro en el interior. Llegará el día en que se hundirá irremediablemente,
como comprobaremos en otro chozo ya cercano al Torreón.
En este
punto es preciso atinar bien con el camino a tomar para dirigirse de forma más
directa al Torreón, pues la maraña de nuevos caminos de
concentración, recientemente construidos, dificulta la elección correcta. Esta
zona la cruza también un camino tradicional entre los pueblos de Villafruela y
Antigüedad (senda Antigüedad).
Puestos de nuevo en
marcha, por el camino elegido, disfrutamos de la planicie, contemplando campos
de girasol y rastrojos; a media distancia, aparecen zonas del monte de roble
quejigo primitivo que se roturó sobre los años 50-60; y, a lo lejos, ya aparece la figura
inconfundible del Torreón de la Greda, punto final del
itinerario de ida.
Atravesamos términos, como el
Verdugal y el Girón, donde recientemente han edificado un
chozo de figura más alargada que los típicos circulares de la región. Entre
estas fincas pasa otro camino que antaño servía para el tráfico entre Antigüedad
y Villovela de Esgueva. Por estos lares la rueda delantera de una
de las bicis se nos pincha, lo cual nos obligará a inflarla periódicamente
durante el resto de la ruta.
Sobrepasamos el desvío que nos acercará al Torreón, para acercarnos, a poca
distancia, a la Cañada Real Burgalesa, ramal hermano de esta misma cañada que se bifurca a partir de Lerma en el entorno del río Arlanza; discurre por pueblos como Tordómar, Royuela y Antigüedad; posteriormente se
une a la Cañada Real de las Merinas
en Hérmedes de Cerrato y cruza la Cañada
Leonesa, ya cerca de Valladolid. Después prosigue su viaje por la provincia de Salamanca hasta arribar a la de Cáceres, cerca de la frontera portuguesa, en el término de Valencia de Alcántara. (Ver página de la Cañada Real Burgalesa)
En el entorno de la cañada, Miguel
descubre las ruinas de un chozo hundido, que nos hacen lamentar su
pérdida. A pocos metros, en un corral, nos sorprenden unas colmenas, cuyas
abejas están un tanto nerviosas; algunas nos atacan y Míguel se lleva la peor
parte, pues dos de ellas le pican en la cara; los aguijones le producirán gran
hinchazón y, a la postre, requerirá tratamiento médico en Lerma.
No
obstante, de momento, no lo damos mucha importancia; retrocedemos un trecho
para después, desviarnos del camino y acercarnos al Torreón, que ya está
cercano. (Vértice geodésico,
950 m)
Accedemos a la
cubierta superior por la escalera de la cara sur, desde donde oteamos el
horizonte en todas las direcciones. Es un lugar estratégico de primer orden
para deleitarse contemplando estas parameras de Castilla; hacia el occidente,
más allá de vastas zonas de encinar y robledal, se divisan numerosos molinos de
viento instalados en los últimos años. Después de disfrutar de las panorámicas,
descendemos y nos recuperamos alimentándonos con magdalenas, barritas de
cereales y almendras. Txomin descubre, al dado de unos endrinos, una encina cercana plantada
por su padre Mauricio hace ya muchos años.
Regresamos por
el camino de ida hasta Magialengua, para después continuar en dirección
al monte de Salce y, así, dirigirnos más directos a Villafruela.
Cerca del siguiente cruce, nos acercamos a una casa de campo abandonada (Casa
de la Hermenegilda), asiduamente visitada en nuestras incursiones por la
zona. Consta de cocina, sala-dormitorio y cuadra amplia con pesebrera para ocho
caballerías. Está adornada de forma curiosa y sugerente con electrodomésticos
de la primera época: nevera, TV, ventilador…
Proseguimos la ruta y nos adentramos en el monte, en las cercanías del Mojón
de la Paz; lo atravesamos por una parcela de girasoles que impide seguir la
senda, para así enlazar con el camino del monte entre la Pedraja y los
Siete Hermanos. En la Fuente de Frades Míguel sigue hacia el
pueblo, pues continua con las molestias derivadas de las picaduras; Txomin, con
la bici pinchada, y Arsenio, recorren la fuente y el humedal restaurado el año
pasado; no percibimos presencia de ranas, pero las eneas comienzan a aparecer
en las orillas del estanque.
Antes de
regresar, nos acercamos a la parcela de Valdelamentira para contemplar en sus inmediaciones unos
arbustos que nos intrigan desde la lejanía; son guindales que bordean la parte
alta. En pocos lugares de la zona proliferan con tanta exuberancia.
De nuevo en el camino, nos apeamos una vez más, para acercamos a la Cotarra (944,568 m), en busca
de algún ejemplar de gerbal (serbal de cazadores) que mi madre recuerda en la
ladera próxima. La recorremos, pero en vez del gerbal, encontramos, además de
algunos quejigos y almendros, sendos ejemplares bien robustos de castaño de
indias y de nogal; por cierto, este último, con cantidad de nueces. En la zona
hay restos de dos colmenares antiguos. (En posteriores visitas a la Cotarra
descubriremos el gerbal en la ladera norte).
Montados
de nuevo en las bicis y con el viento de cara, regresamos a casa, ya sin más
pausas, contentos por el itinerario realizado en esta mañana poco calurosa de
agosto.
DIRECCIONES:
EL TORREÓN DE LA GREDA
(CASTILLOS DE PALENCIA)
http://www.castillosdepalencia.es/cevico_n/cevico_n.htm
EL TORREÓN DE LA
GREDA (VÉRTICE GEODÉSICO)
ftp://ftp.geodesia.ign.es/Red_Geodesica/Hoja0313/031333.pdf
http://www2.ign.es/iberpix/visoriberpix/visorign.html
http://www.sigpac.jcyl.es/visor/
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